miércoles, 2 de julio de 2014

Desde las Tripas

Desde las tripas.

Los síntomas de la depresión son cada vez más evidentes, la dejadez física, la falta de auto estima, el odio por los que me rodean esos estúpidos, mediocres y decadentes, la falta de motivaciones y un ridículo estado de tristeza y melancolía que se hace permamente en cada una de las acciones de mi día a día. Vivo sin hacer demasiado ruido, me gusta pasar desapercibido y no soy ni quiero ser nadie. Saber que no voy a ser leído me ayuda a delatar mis negros pensamientos, tal vez tenga un alma narcisista y sea tan decadente como ellos pero sin saber ni tener razones no me quiero, mi humanidad se difumina en mis odios. Tengo tanta rabia contenida que al explotar esta bomba la metralla saldría al espacio exterior. Pienso en como será mi muerte, imagino que como mi vida anodina y sin sal. Pero también pienso en como se irán ellos, los esclavos de la felicidad, o los del dinero, o los hipócritas de las palmaditas y la sonrisa amigable porque ellos también se irán y se irán lamentando no poder llevarse sus miserias, mi consuelo es que la única miseria de mi soy yo y cuando muera vendrá conmigo, es un amargo triunfo pero habré ganado la partida.

Se estar en soledad y me gusta ser parte de esa nada absoluta que es la soledad, me recuerda a la blanca ceguera que describe Saramago en su libro. Blanca, impoluta, trágica y tan humana como la decadencia de los seres que la padecen, pero la pregunta es ¿quiénes son los ciegos? En otro de sus libros "La Caverna"  no me identifico con el pobre artesano, si no con la cerámica imperfecta, trabajada a mano que la modernidad rechaza por no cumplir con sus estándares de belleza. Cada día más imperfecto, con un ánima más decadente, huyendo de los saberes como un barco a la deriva y cargando el saco de viejo aranero para emigrar sin hacer ruido al otro lado de la nada, a esa soledad negra donde sólo se quedan los muertos. 

He leído tanto que no se si lo he vivido, viajado en esos trenes de vagabundos y alcohol de Bukowski y Kerouac, he amado el deshamor de Pavese, me he quemado en el infierno de William Blake, he vivido la juventud de Rimbaud y he olido las flores de Boudelaire y así tantas vidas que no son la mia, o tal vez si.

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